La Ciudad de Rosario, desde la instalación allí de las industrias
livianas, como el frigorífico y los astilleros, ha sido un punto de encuentro de los
provincianos de la Mesopotamia, por la gran demanda de “brazos” fuertes y hábiles para
tales actividades. Esto generó que grandes comunidades migraran hacia esa geografía,
encontrando allí similitudes con su lugar de origen que les permitieron continuar con las
prácticas culturales que le daban sentido a su vida. Llevaron sus creencias, su gastronomía,
sus festejos, sus memorias, su identidad, todo esto sintetizado en un modo de ser y estar, el
Chamamecero.